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28/5/10

ASÍ LO VIO DON CARLOS CRIVELL


Moreno gana el duelo de cordobeses

José Luis Moreno le ganó la partida a Finito, sobre todo por la gran faena al primero de lote al que le cortó dos merecidas orejas. Finito, muy desvaido y fuera de juego.

Castilblanco y La Palmosilla / Sergio Galán, Finito de Córdoba y José Luis Moreno.

Plaza de toros de Córdoba, 27 de mayo. 4ª de Feria. Algo más de media plaza. Un toro para rejones de Castilblanco y seis de La Palmosilla. El de rejones, manso y parado. De La Palmosilla, casi todos justos de fuerzas y juego variado. Buenos, el segundo y el tercero. De menos clase, primero y cuarto.

Sergio Galán, traje corto gris, dos rejones de muerte (saludos).
Finito de Córdoba, de pizarra y oro, dos pinchazos y descabello (pitos tras aviso). Estocada trasera atravesada y ocho descabellos (división tras dos avisos). Pinchazo y dos descabellos (silencio).
José Luis Moreno, de azul marino y oro, estocada (dos orejas). Pinchazo, media y dos descabellos (saludos). Pinchazo, estocada y descabello (saludos). Salió a hombros.

Carlos Crivell.- Córdoba

El duelo entre los cordobeses se resolvió con claridad a favor de José Luis Moreno. Ganó el de Dos Torres por méritos propios y deméritos de Juan Serrano, que dejó de nuevo la impresión de que no está en su mejor momento. Moreno cuajó en sentido literal al primero de su lote, un toro que aunque no tenía hechuras para embestir fue bravo y noble. Además, el de La Palmosilla se encontró un torero en vena, que desde los lances del saludo a la estocada ofreció un curso de toreo del bueno.

Toreó bien con el capote en lances a la verónica de buen trazo. La faena fue un prodigio de temple, profundidad y regusto. Desde el principio llevó al astado por abajo, arrastrando con la bamba de la muleta el albero de la plaza califal. Si bueno fue el toreo con la derecha, los naturales fueron enormes por el trazo lento y cadencioso que imprimió el torero cordobés. La faena, toda ella en el tercio por culpa del viento, no decayó nunca, aunque subió de tono en algunos adornos y remates, como alguna trincherilla gloriosa que dejó a la plaza sobrecogida de admiración. Todo, con torería y elegancia, para finalizar de una estocada. Así se cortan dos orejas en una plaza de primera.

Moreno no pudo seguir en triunfo con el segundo de su lote, toro de corto recorrido y con el que estuvo animoso y entregado, aunque planteó la faena en corto cuando el toro pedía algo más de distancia. En términos modernos, Moreno atacó al toro más de la cuenta.
El toro que cerró la corrida, pasadas las diez de la noche, no ayudo a Moreno a redondear su triunfo. Con mínimas fuerzas y poca clase, sólo dejó al torero volver a poner sobre el tapete su decisión, aunque de nuevo citó muy cerca del animal en una obra de cercanías y valor.

Era un mano a mano. Este tipo de festejos ha perdido su esencia si no hay competencia en la plaza. Ni Finito ni Moreno intervinieron en quites. Fue una corrida de dos toreros (con un rejoneador por delante). Si Moreno ganó la partida no sólo fue por su forma de encarar la tarde, también ganó porque Finito anda en horas bajas. De los tres astados que lidió, se puede entender que no se acoplara con el primero, toro que no prolongó nunca sus embestidas. Tampoco Juan se puso donde el animal podía embestir con más codicia. Entre dudas, la presencia del viento y violentos toques para desplazar al animal, agotó todo lo bueno que pudiera llevar dentro.

No tiene disculpas con el segundo de su lote, porque ese fue un buen toro. Hizo una faena muy larga –se contabilizaron doce tandas-, pero sólo en muletazos sueltos resplandeció la clase de buen torero que es Juan Serrano. No hubo continuidad, alargó hasta límites absurdos su labor y no acabó de conjuntar una faena de clase. Escuchó dos avisos, pero el toro debió irse al corral porque el palco le perdonó dos minutos.

La tarde acabó igual para el ídolo cordobés. Su tercer toro tenía faena, pero había que ponerse en un sitio que Juan no se puso nunca. De nuevo surgieron pases sueltos sin ligazón ni estructura de faena. A esas alturas de la noche, Juan aparecía cariacontecido por su mala tarde.

Abrió la larga jornada el rejoneador Sergio Galán, que no pudo más que demostrar que tiene una buena cuadra y que es valiente. El toro de Castilblanco se paró cual bulto sospechoso y fue una labor muy premiosa poder clavar arpones y banderillas.

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