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30/5/10

ABC. A SUS PIES MAESTRO MORENO.

POR CHILA LÓPEZ
No se puede torear mejor. Es imposible sacarle más partido a un toro, torearlo tan de verdad, tan despacio, tan por bajo, tan templado, tan bien, tan profundo, tan elegante. No se puede ser más TORERO, que José Luis Moreno.
Lo que ayer vimos en Los Califas, los afortunados que nos dimos cita en sus tendidos, lo recordaremos toda la vida. Pocas veces se tiene la oportunidad de ver torear así a un torero, haciendo el toreo de verdad. Por eso, desde ayer, el mundo se divide entre los que disfrutamos a Moreno y los que no.
No hay palabras en el diccionario que puedan explicar lo que el diestro de Dos Torres hizo con la muleta, toreando con la derecha y con la zurda. Una faena de Puerta de Los Califas, aún sin cortar orejas. Una faena de rabo, si llega a matar a la primera. Pero aún así, a pesar de haber pinchado, lo que firmó Moreno es la faena de la Feria, pero no lo la de este año, sino la de hace muchos años. Si grande fue la faena a su primero, en la tarde del mano a mano con Finito, la de ayer fue inmensa, inigualable. Después de eso, no hay nada más. José Luis Moreno es el TOREO.
Inició la faena toreando con la derecha, al hilo de las tablas, para irse después a los medios. Allí, ligó dos soberbias tandas con la derecha, llevando largo al «torrestrella». Cogió la muleta con la izquierda y ahí llegó lo mejor. Toreó despacio, por abajo, en naturales de ensueño, con las zapatillas clavadas en el albero. Volvió a coger los engaños con la derecha, para ligar unos muletazos sublimes. Las embestidas del toro se estaban agotando, pero Moreno no dejó escapar el último aliento de «Salmonete» —nombre del noble animal—. El remate de la faena, por abajo, con adornos que eran la expresión máxima de la torería. La plaza entera contuvo la respiración, empujando aquella espada que no entró. Las orejas se esfumaron, pero el toreo de Moreno perdurará por mucho tiempo. Así, la plaza era un clamor, con gritos de «torero, torero», mientras daba la vuelta al ruedo. El torero emocionado, igual que el público, sabedor de lo que allí había pasado. Unos gritos y una emoción que se repitieron cuando el torero abandoba la plaza.
Antes, al primero de su lote, le realizó una faena impotante. Toreando bien con la izquierda, en unos naturales lentos, largos y templados. Con la derecha alcanzó momentos de gran brillantez, aguantó los parones de un toro al que le costaba tragarse los muletazos. Aún así, a pesar de todo, Moreno logró ligar los pases. Faena firme, de orejas si no llega a fallar con los aceros. ¡Esa maldita espada!
Teniendo en cuenta todo esto, de poco sirven las dos orejas facilonas que cortó El Fandi, una a cada toro. De poco valen sus pares de banderillas a toro pasado, sus «rodillazos» y sus alardes de cara a la galería. Nada cuentan sus «trapazos» al sensacional tercero de la tarde y al soso sexto. Sólo se puede destacar del torero granadino la buena estocada con la que mató al que cerraba plaza. Posiblemente la estocada de la Feria.
Manuel Díaz «El Cordobés» no tuvo su tarde. Con el que abrió plaza estuvo acelerado, toreando con la derecha. Acortó distancias y agradó al público con sus típicos desplantes y alardes de valor. Con el cuarto no llegó a acoplarse y se fue pronto a por la espada.

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